Europa entre la integración y la separación: Escocia y la consulta popular

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Por Gustavo Damián Gonzalez – Lic. en Ciencia Política (UBA), Especialista en Sistemas Electorales (UNSAM), Docente e Investigador de la Universidad de Buenos Aires y de la Universidad del Salvador

En la actualidad Escocia es una nación constituyente, que tiene gobierno y parlamento propio, así lo era antes que el Reino de Escocia en el año 1707 se anexara al Reino Unido. A partir de allí el control de la defensa, límites territoriales, el dinero y los impuestos son manejados por el Reino Unido.

Tras 307 años de esta incorporación, esta semana los escoceses tuvieron una elección histórica, que definió seguir perteneciendo o no al Reino Unido. Pero la importancia de este referendum no se reduce a esto (que ya es bastante), sino a su efecto cascada o imitación de los viejos dilemas separatistas (Cataluña, Vascos; en España, Liga del Norte en Italia, Irlanda, etc). Europa se encuentra en una disyuntiva permanente entre la integración de la Unión Europea y la disputa de los viejos conflictos regionales.

Existen pocos antecedentes de este tipo de participación plebiscitaria en el mundo, quizás solo Crimea que declaró su independencia de Ucrania. Lo que no queda dudas que esta elección va a dejar una impronta en Europa.

La papeleta de la consulta popular, consensuada entre los gobiernos de Londres y el de Edimburgo, preguntó, ¿Debería Escocia ser un país independiente? Y esto es lo que respondieron casi 4 millones de escoceses mayores de 16 años que desde las 6 de la mañana hasta las 21hs emitieron su voto. El sufragio es optativo, no obstante, la participación fue masiva, un 85% de los empadronados concurrieron, una cifra mayor que los lugares en donde el voto es obligatorio, en Argentina la participación es del 82% a pesar de que aquí el voto es obligatorio. 62 fueron las circunscripciones electorales y el Sí ganó sólo en 5, Glasgow (el distrito más habitado), Dundee, East Dunbartonshire, North Lanarkshire y West Dunbartonshire.

La discusión de fondo no solo es política, ya que Gran Bretaña perdería una región importante, sino económica, de relaciones internacionales y de justicia social. Su industria energética, sus bancos, su exportación de 48 mil millones de libras sin contar con el gas y el petróleo del norte, su relación con la OTAN y la Unión Europea, son temas complejos que se jugaron en esta consulta popular. El tercer elemento que estaba en juego era el de la justicia social, los que proponían la separación pensaban en un modelo más cercano al nórdico y los otros defendían el modelo británico. Este debate se reavivó ante una inusitada tasa de desempleo en Escocia.

También hubo una discusión que tiene que ver con la historia y el rol que Escocia tuvo en las luchas por el Reino Unido y en las épocas de oro del imperio británico, en donde una importante cantidad de escoceses cumplieron un rol importante como académicos y soldados. También son muchas las historias románticas sobre las luchas en las dos guerras mundiales que unen a Escocia de la Gran Bretaña.

Lo interesante del nuevo nacionalismo escocés es que no tiene sus bases fundantes en el racismo, ni en una actitud de etnocentrista, sino en una posición independentista, que contempla una mayor justicia social y consideraban que esta era una buena oportunidad para replantear el modelo de salud y educación en ese país.

Más allá de la vieja disputa separatista, el Ministro Principal de Escocia, Alex Salmond y su Partido Nacional Escocés (SNP) fue el principal impulsor del independentismo escocés, señalando la mala utilización de los impuestos del gas y del petróleo que provienen de Escocia, en el caso del gas representan un 67% del consumo del Reino Unido y el petróleo de un 90% del consumo diario británico.

Los principales defensores del NO fue el propio Primer Ministro Británico David Cameron, en conjunto los tres partidos británicos mayoritarios (laborista, conservador y liberal),  y la organización política “Better Torgether” (Mejor Juntos) que proclamó la continuidad de Escocia en la Gran Bretaña.

Triunfó la posición conservadora, el resultado final fue 55,3% por el NO y el 44,7% por el SI, el temor a “quedarse solo” fundamentalmente por su moneda primó por sobre los cambios hacia adelante.

Esta consulta tuvo una importancia interna, ya que es un interesante antecedente de participación electoral, en un país en donde el sufragio es optativo y muchos votaron por primera vez, pero también abre la puerta para nuevas consultas en el resto de Europa, que miró a esta elección con especial interés.

Se abre así, un nuevo e interesante debate que circula entre la independencia y la integración regional. Escocia en este sentido mostró una madurez y marcó un camino, más que por su resultado, por su procedimiento.

Foto: http://www.theguardian.com/uk