La anti-política de la política
El advenimiento del anónimo
Por Máximo Fernández*
En este año de elecciones y definiciones nada parece ser distinto a otros tiempos. Salen a luz acusaciones del partido perdedor al ganador, ya sea por fraude o por otros motivos, pero que durarán lo que dura un suspiro. Ese suspiro que despierta por el odio y resquemor que las redes sociales nos contagian. Y es que algunos ya estamos acostumbrados a tomar con pinzas lo que dicen las redes sociales, principalmente Facebook, Twitter y blogs de opinión. Pero aquellos que desconocen las reglas del juego, posiblemente perderán la partida.
Entonces podemos negar la primer afirmación de este articulo y aceptar que esta elección sí es distinta a la de otros tiempos. Y es debido a que las redes sociales y la tecnología calan profundo en esos lugares donde los periódicos y hasta la televisión ya no llegan. Donde amigos y parientes comparten opiniones de desconocidos que se hacen masivas en cuestión de segundos. ¿Por qué ya no se prepondera la palabra de los científicos y de los expertos en la materia? ¿Quién tiene voz autorizada dentro de este mundo de opinión? Todo pareciera ser que la moda es del anónimo.
El título de este artículo refiere a la moda de la que estamos sujetos en la actualidad. La moda de la que somos víctimas. Corresponde a la idea de que el ciudadano común es el que relata los hechos verídicos e incuestionables. ¿Por qué? Posiblemente por la poca credibilidad que los medios masivos de comunicación despiertan. Pero olvidamos que el ciudadano común, ese que leemos en las redes sociales, es virtual, y puede o no existir. Conocer su verdadera identidad es inútil como imposible. La verdad es que pareciera no ser necesario conocer quien escribe el mensaje sino el contenido del mismo.
En el día de ayer, abundaron las quejas sobre el sistema arcaico de votación que tenemos. ¿Pero es por ello anti democrático? La Cámara Nacional Electoral afirma no haber recibido denuncias formales por parte de ningún partido político ni de los votantes. Los testimonios que se leen son todos muy ambiguos y/o absurdos. Todas las escuelas y dependencias donde se vota poseen un representante de la Junta Nacional Electoral que debería hacerse cargo en situaciones tales como falta de boletas. Las autoridades de mesa son elegidas por sorteo y no responden a ningún partido (al menos no deberían), entonces, las chances de fraude son mínimas o nulas. Y por sobre todas las cosas, los dos grandes partidos que se disputan el poder en esta elección cuentan con un gran número de fiscales, incluso más que la cantidad de mesas habilitadas.
Pero he aquí lo más ilógico de la cuestión: Jactarse de pertenecer al partido que representa a la clase media-alta pensante. Y de esto se desprenden temas dignos de debate. Sobre todo al citar la controversial palabra ignorancia. Sería interesante replantearse quién es el ignorante y quien es el pensante. El empresario o el rentista ¿Es el pensante? Pero entonces, el científico o el intelectual, ¿Qué rol juega? Pareciera ser que se están confundiendo las definiciones.
Lo único cierto es la justicia. Y es dentro de ese ámbito donde serán juzgados quienes deban serlo. Lo que se ve en las redes sociales en forma de opinión debe tomarse como tal. Como una opinión.
Puedo afirmar, finalmente, que ciertas cosas sí han cambiado. La política 2.0 ha llegado para quedarse y su rol es fundamental en esta actualidad política vacía de contenido y de propuestas; y donde predominan los discursos guionados.
¿Qué significa cambiar? ¿Es acaso sinónimo de destruir? Ya ni siquiera pudimos ver en estas últimas campañas electorales esa cualidad sobrenatural de la que Weber hablaba. Ese tipo de dominación que parece que se está yendo y que por cuatro años, al menos, muchos extrañarán. Bienvenidos a la anti-política de la política.
*Máximo Fernández es estudiante avanzado de Ciencia Política en la Universidad de Buenos Aires
Twitter: @themadmax1