Venezuela en su encrucijada

Blog, Notas

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Por Pedro Urruchurtu – Licenciado en Ciencias Políticas y Administrativas de la Universidad Central de Venezuela. Miembro del equipo internacional de Vente Venezuela. Twitter: @Urruchurtu

 

Muy pocos en la región logran entender lo que un país como Venezuela, otrora defensor de la democracia y sus valores, está viviendo. En realidad, puede ser inexplicable que un país petrolero, con ingresos petroleros de cerca de 900.000 millones de dólares desde que Hugo Chávez llegó al poder en 1998 –y con las reservas probadas de petróleo más grandes del mundo- esté hoy viviendo lamentables episodios que conducen a la indignación y al dolor.

Son muchas las cosas que pudiéramos resumir en cifras: la escasez de alimentos básicos ronda entre un 50 y un 80%; durante los primeros cuatro meses del año se han contabilizado más de 130 saqueos a establecimientos; hay 95% de escasez de material médico-quirúrgico en los hospitales y cerca de 90% de escasez de medicamentos en farmacias, es decir, de cada diez medicamentos, sólo se consigue uno; cientos de bebés están muriendo a las horas de nacidos como consecuencia de la infección en los quirófanos y salas, y de la carencia de insumos y equipos básicos; y en las últimas semanas las noticias que llegan de niños enfermos de cáncer que han muerto por falta de tratamiento han desgarrado el alma de una sociedad que hoy está llena de dolor.

Y por si esto fuera poco, los niveles de inseguridad ciudadana alcanzan cifras alarmantes, pues por cada 100.000 habitantes, se registran 119,87 homicidios; en el 2015 un venezolano era asesinado cada 20 minutos; y Caracas, nuestra capital, es la ciudad más violenta del mundo. A ello se suma que, durante los primeros cuatro meses de 2016, se han registrado más 74 linchamientos en el país (37 de ellos mortales), como producto de la búsqueda de justicia en un país donde eso dejó de existir.

A este drama que he mencionado y que ya muchos le denominamos crisis humanitaria, debe sumársele la crisis político-institucional que arropa la situación venezolana y que tiene su máxima señal en el desconocimiento, por parte del poder Ejecutivo, de la Asamblea Nacional, ese poder Legislativo cuya mayoría opositora fue obtenida en un proceso electoral el pasado 6 de diciembre. Desde entonces, entre amenazas de Nicolás Maduro y la utilización del poder Judicial como brazo aliado del gobierno –así como el poder Electoral y el poder Moral-, se ha emprendido en proceso de desconocimiento que pasa por el desconocimiento de la soberanía popular hasta la negativa a aceptar leyes aprobadas en el seno del parlamento.

Precisamente, ese 6 de diciembre una mayoría contundente de venezolanos votamos a favor de un cambio político en nuestro país. Esa mayoría, que lo era desde hace mucho, no sólo es creciente sino que también está mostrando ya, entre la miseria, el hambre y la humillación, contundentes señales de desesperación que pueden tener consecuencias inimaginables y trágicas.

Al margen de todo esto, existe un país con presos políticos, torturas, persecución y represión. Una Venezuela en la que el acoso a los medios de comunicación es permanente, donde la inflación ya apunta a cerrar en más de 700% este 2016 y donde la capacidad y voluntad de rectificar por parte de quienes ocupan el poder es cada vez más remota.

Los niveles de desaprobación de Nicolás Maduro superan el 80%. La voluntad de cambio que existe en los venezolanos es cada vez más fuerte y por ello nuestra Constitución Nacional fija mecanismos que permiten adelantar la salida del poder de un mandatario. Uno de ellos, y quizá el que ha cobrado más fuerza en la opinión pública, es el del referéndum revocatorio, mediante el cual a partir de la mitad del período presidencial, la ciudadanía puede recoger el 20% de firmas del padrón electoral y exigir la activación del mismo, para decidir si continúa el mandato o no.

No obstante, sin ánimos de extenderme en su tecnicidad, este mecanismo tiene sus complicaciones, no sólo porque el poder Electoral, por medio del Consejo Nacional Electoral, de mayoría oficialista, ha puesto cientos de trabas desde que la oposición decidió tomar esa ruta, sino porque en términos de tiempo es la que más favorece a Maduro. ¿En qué sentido? Pues aunque el referéndum revocatorio puede hacerse a partir de la mitad del período presidencial –que es de seis años-, la Constitución venezolana establece que si hay una falta absoluta del Presidente de la República –como la que supondría una derrota en el revocatorio- durante los primeros cuatro años del período, asumiría el poder el Vicepresidente y se convocarían elecciones presidenciales dentro de los siguientes 30 días; pero si esta falta absoluta se da en los últimos dos años, asume el Vicepresidente pero culmina el período.

Maduro cumple los cuatro años de mandato en enero de 2017. Eso significa que para que el referéndum revocatorio canalice realmente los deseos de la población y se genere un cambio política, este debe hacerse durante lo que resta de 2016, ya que de lo contrario, Maduro podría colocar a un Vicepresidente de confianza que culmine el mandato hasta el 2019, con lo que eso supone en vidas perdidas gracias a la crisis humanitaria y de seguridad.

En medio de esta situación, durante las últimas semanas los ojos de mundo se han volcado sobre Venezuela, en especial la región quien ha dado intensas discusiones sobre el futuro de nuestra nación. Por un lado, la respuesta de Luis Almagro, a la cabeza de la Organización de los Estados Americanos (OEA), quien decidió presentar un demoledor informe sobre nuestra crisis e invocar la Carta Democrática Interamericana, convirtiéndose así en el primer Secretario General de la organización en hacerlo y, además, hacia un gobierno en ejercicio, que perdió su legitimidad de desempeño.

Por el otro, la invocación de diálogo con la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) y sus tres mediadores designados: José Luis Rodríguez Zapatero, Leonel Fernández y Martín Torrijos. Ésta última con serios problemas de credibilidad por sus actuaciones pasadas con respecto al tema Venezuela y cuyos mediadores han emitido declaraciones a favor del chavismo. Para muchos, UNASUR está en deuda con los venezolanos desde el año 2013, cuando se acordó auditar el 100% de las cajas de aquella elección presidencial en la que la oposición denunció fraude, sumado a un intento de diálogo en el año 2014, a raíz de las protestas que sacudieron a nuestro país y por las que dirigentes opositores como Leopoldo López están presos o como María Corina Machado fueron perseguidos e inhabilitados. Tal dialogo lo único que logró fue calmar la calle, calmar la presión internacional y dar a Nicolás Maduro tiempo.

No pareciera haber elementos que indiquen que este nuevo intento de diálogo será diferente, cuando se trata del mismo organismo y cuando Venezuela, en manos de Maduro, tiene la presidencia pro témpore de éste. Peor aún, lo único que se vislumbra es una larga agonía entre conversaciones y letargos que no derivarán en otra cosa sino en tiempo perdido, llegar al año 2017 y hacer del revocatorio un ejercicio a favor del gobierno y no de Venezuela entera. De hecho, UNASUR ha evitado plantear que tal referéndum sea este año, cosa que el Secretario Almagro sí hizo en sus recomendaciones finales del informe presentado.

A pesar del empeño del Secretario General de la OEA de invocar el Consejo Permanente extraordinario para abordar la crisis venezolana a la luz de la Carta Democrática Interamericana, una iniciativa del Embajador de Argentina en ese organismo, Juan José Arcuri, se fue adelante para promover el diálogo en el seno de la organización y respaldando la iniciativa de UNASUR, sin tener que llegar a la discusión de la Carta Democrática, lo cual fue logrado momentáneamente con la aprobación de una declaración por consenso sobre el tema, considerando además que la Argentina debe conciliar a una región que necesita a su favor para llevar a su actual Canciller, Susana Malcorra, a ser Secretaria General de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en diciembre próximo.

Aunque los miembros de la OEA hayan decidido optar por el camino trazado por la UNASUR, los elementos de poca confianza y legitimidad que mencioné anteriormente, y el deterioro de la situación venezolana, terminarán llevando la discusión nuevamente a la OEA y lo que será la imperiosa necesidad de someter a Venezuela a los designios de la Carta Democrática Interamericana, entendiendo que sus propias disposiciones plantean negociaciones y conversaciones diplomáticas que abarcan a la región entera y no sólo al sur de América.

Todo apunta a que será en la OEA, el foro de defensa de la democracia regional por excelencia, que el diálogo terminará dándose, tarde o temprano, por la fuerza de los hechos. Ese diálogo debe conducir a un cambio de gobierno este mismo año. La crisis humanitaria avanza a niveles impredecibles mientras la crisis política se rezaga entre dimes y diretes. Hay que buscar un mecanismo que permita empujar esa crisis política y ponerla al ritmo de la crisis humanitaria, para generar cambios y detenerlas. Hoy sólo es posible con un cambio de gobierno lo antes posible y con la presión de la región cuanto antes.

Los tiempos de la política son particulares y suelen ser más lentos que las dinámicas sociales y económicas. Eso lo estamos viendo hoy en Venezuela, cuando lo primero que debe ser detenido son las muertes por falta de alimentos o medicinas. Lamentablemente, esa crisis que se lleva vidas a diario avanza mucho más rápido que lo que la dinámica política nacional está haciendo para solventarlo.

De ahí que la región juega un rol fundamental para lo que ocurra en Venezuela en los próximos meses. Aunque sabemos que el destino de nuestro país debemos forjarlo nosotros y solventar nosotros mismos nuestros problemas, esa presión interna que debería derivar en el referéndum revocatorio, pese a sus fallas, o hasta en la renuncia de Maduro, lo cual sería lo más expedito, requerirá de la presión internacional de los demócratas de la región y el mundo.

Venezuela en el pasado siempre fue la primera que dio el paso en defensa de la democracia. Su voz siempre sonaba alto mientras, siendo la única democracia de la región, las dictaduras acechaban a sus ciudadanos. Hoy esa misma región que recibió luz de Venezuela, debe sabe que será determinante en ayudarnos a superar la oscuridad. Ya no hay más tiempo.