El Estado del futuro: cómo cambiará la administración pública con las nuevas tecnologías y la inteligencia artificial
Desde luego, el rasgo característico y más crítico de la administración pública es el carácter repetitivo y estandarizado de sus tareas. Esto no le quita complejidad, dados los múltiples pasos y documentos que hay que incorporar de una manera ordenada para lograr una tarea eficiente, pero también, como sostiene Ramió, anidan un sinfín de excepciones que requieren procedimientos especiales que atentan contra la estandarización y que tienen un carácter extraño.
Pese a ello, este autor se suma a las ideas de Oszlak sobre AI al entender que es mejor que las actividades que implican acciones repetitivas sean desarrolladas por robots antes que por personas. En este sentido, el robot y la AI podrían representar la esencia de un empleo público fiable y neutral acorde al modelo burocrático, es decir, aquel basado en la repetición y la estandarización.
Retomando la idea del modelo típico weberiano de administración pública, de corte burocrático y ahora robotizado, estamos hablando de un sistema dirigido a garantizar la racionalidad de las acciones y de las interacciones de todos sus participantes. Pero el objetivo final de este tipo ideal se centraba en suprimir los procesos de libre elección de aquellos factores considerados irrelevantes para el objetivo con el que fueron establecidos, es decir, eliminar cualquier tipo de emoción, creencia o valor particular de quien lleva adelante ese proceso.
No se puede pedir a un agente público que sea un autómata, si bien el sistema burocrático, sobre todo en el pensamiento de Weber, estimulaba una conducta racional (Ramió, 2017). El robot, la AI y los algoritmos no tienen ese problema, no sienten, no tienen valores personales y, sobre todo, no expresan emociones. Aseguran, entonces, las pretensiones básicas del sistema burocrático clásico: ¿Weber pensaba ya en los albores del siglo XX en una robotización de la administración pública? No lo sé, no hago historia contrafáctica ni ciencia ficción. Pero si algo es claro es que la robotización de determinados procesos administrativos es compatible con el tipo ideal de burocracia weberiana.
Como ya se dijo, los avances en materia de digitalización, el impacto de las TIC y el BIG DATA sobre las funciones estatales revisten una importancia mayúscula sobre la administración pública y los procesos gubernamentales. Más allá de entender que la robotización y automatización han generado desplazamientos laborales en las décadas precedentes, el empleo público sigue teniendo componentes propios que permiten que la digitalización y la robotización optimicen la labor de sus agentes, con escasos márgenes para el reemplazo en sus funciones.
Esto no quita que en las próximas décadas el eje de la discusión cambie rotundamente. Por el momento, la incorporación de tecnología en el sector público ha sido una aliada para el desempeño de las funciones de los agentes estatales y los esfuerzos del último lustro se han centrado en la despapelización y la agilización de los procesos administrativos, con el foco puesto más en la prestación de servicios al ciudadano que en los empleados estatales.
En este devenir, no importa el HACIA DÓNDE VA la administración, sino comprender el DE DÓNDE VIENE. Para Pulido, Llano y Iacoviello (2020, p. 283), “el patronazgo, el corporativismo y la excesiva rigidización han moldeado las trayectorias de reformas administrativas regionales, favoreciendo la inestabilidad, superposición y fragmentación de los cambios institucionales”. Esto produce una excesiva e innecesaria politización de la burocracia que deforma su objetivo final y sus valores básicos.