La “trampa del ingreso mediano” obstaculiza los avances en 108 países en desarrollo

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A partir de las enseñanzas de los últimos 50 años, en el Informe sobre el desarrollo mundial 2024 se concluye que a medida que los países se vuelven más ricos suelen caer en una “trampa” cuando su producto interno bruto (PIB) per cápita anual alcanza aproximadamente el 10 % del de Estados Unidos, lo que en la actualidad equivale a USD 8000. Este valor se encuentra en el medio del rango de ingresos de los países que el Banco Mundial clasifica como de “ingreso mediano”. Desde 1990, solo 34 economías de ingreso mediano han logrado pasar a la categoría de ingreso alto, y más de un tercio de ellas se beneficiaron con la incorporación a la Unión Europea o con el descubrimiento de petróleo.

A finales de 2023, 108 países fueron clasificados como de ingreso mediano, cada uno con un PIB per cápita anual que oscilaba entre USD 1136 y USD 13 845. Estos países albergan a 6000 millones de personas —el 75 % de la población mundial— y a dos de cada tres personas que viven en la pobreza extrema. Asimismo, generan más del 40 % del PIB mundial y más del 60 % de las emisiones de carbono, y enfrentan desafíos mucho mayores que sus predecesores para escapar de la trampa del ingreso mediano: poblaciones que envejecen rápidamente, mayor proteccionismo en las economías avanzadas y la necesidad de acelerar la transición energética.

“La batalla por la prosperidad económica mundial se ganará o perderá en gran medida en los países de ingreso mediano”, afirmó Indermit Gill, economista en jefe y vicepresidente sénior de Economía del Desarrollo del Grupo Banco Mundial. “Pero demasiados de estos países recurren a estrategias anticuadas para convertirse en economías avanzadas. Se apoyan únicamente en la inversión durante demasiado tiempo o se orientan prematuramente a la innovación. Se necesita un nuevo enfoque: primero, centrarse en la inversión; luego, hacer hincapié en la incorporación de nuevas tecnologías del exterior, y, por último, adoptar una estrategia de tres pilares que equilibre la inversión, la incorporación y la innovación. Con las crecientes presiones demográficas, ecológicas y geopolíticas, no hay lugar para el error”.

En el informe se propone una “estrategia 3i” para que los países alcancen la categoría de ingreso alto. Dependiendo de la etapa de desarrollo en que se encuentren, todos los países deben adoptar una combinación de políticas escalonada y progresivamente más sofisticada. Los países de ingreso bajo pueden concentrarse únicamente en políticas destinadas a incrementar la inversión: la fase 1i. Pero una vez que alcanzan la categoría de país de ingreso mediano bajo, deben cambiar de rumbo y ampliar la combinación de políticas con la fase 2i: inversión e incorporación, que consiste en adoptar tecnologías del exterior y promover su uso en toda la economía. Una vez alcanzado el nivel de ingreso mediano alto, deben volver a cambiar de rumbo para pasar a la fase 3i: inversión, incorporación e innovación. Durante la fase de innovación, ya no se limitan a tomar prestadas ideas de las fronteras tecnológicas mundiales, sino que expanden la frontera.

“El camino por delante no va a ser fácil, pero es posible que los países avancen incluso en las difíciles condiciones actuales”, dijo Somik V. Lall, director del equipo a cargo de la elaboración del Informe sobre el desarrollo mundial 2024. “El éxito dependerá de la eficacia con que las sociedades equilibren las fuerzas de creación, preservación y destrucción. Aquellos que traten de ahorrarles a los ciudadanos las molestias asociadas con las reformas y la apertura perderán los beneficios del crecimiento sostenido”.

Según el informe, Corea del Sur es un ejemplo destacado en las tres fases de la estrategia 3i. En 1960, su ingreso per cápita era de apenas USD 1200. A finales de 2023, esa cifra había ascendido a USD 33 000. Corea del Sur comenzó con una combinación de políticas sencillas para aumentar la inversión pública y fomentar la inversión privada. Durante la década de 1970, esa estrategia se transformó en una política industrial que incentivó a las empresas nacionales a adoptar tecnología extranjera y métodos de producción más sofisticados.

Las empresas coreanas respondieron. Samsung, que antes había fabricado fideos, comenzó a fabricar televisores para los mercados nacionales y regionales. Para ello, obtuvo licencias de tecnologías de empresas japonesas (Sanyo y NEC). El éxito de esta empresa impulsó la demanda de ingenieros, gerentes y otros profesionales calificados. El Gobierno surcoreano hizo su parte. El Ministerio de Educación fijó objetivos —y aumentó los presupuestos— para que las universidades públicas ayudaran a desarrollar los nuevos conjuntos de habilidades que demandaban las empresas nacionales. Hoy en día, Samsung es un innovador global por derecho propio, uno de los dos fabricantes de teléfonos inteligentes más grandes del mundo.

Otros países, como Polonia y Chile, siguieron un camino similar. Polonia se concentró en aumentar la productividad con tecnologías extraídas de Europa occidental. Chile alentó la incorporación de tecnología de otros países y la utilizó para impulsar la innovación interna. Uno de sus mayores logros fue adaptar las tecnologías de cultivo de salmón noruegas a las condiciones locales y convertirse en uno de los principales exportadores de salmón.