El camino hacia una región #SinDesperdicio de alimentos
En 2016, los países de América Latina y el Caribe se comprometieron a cumplir, al año 2030, una serie de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), entre ellos reducir a la mitad el desperdicio de alimentos per cápita (a nivel de distribuidores minoristas y consumidores) y a reducir las pérdidas de alimentos posteriores a la cosecha (Meta 12.3).
Al inicio de 2022, ALC enfrenta enormes desafíos para alcanzar esa meta. Según datos de FAO, cerca de 220 millones de toneladas se pierden por año en la región entre la postcosecha y el procesamiento, lo que equivale a cerca del 12% del total de la producción.
Si consideramos también los desperdicios, que corresponden a las etapas de comercialización y consumo, el porcentaje que perdemos y desperdiciamos se acerca al 30% de la producción total de alimentos para consumo humano. Los costos ambientales de este fenómeno son enormes. Cerca del 8% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero tiene su origen en las pérdidas y desperdicios de alimentos (PDA). En materia de huella hídrica, FAO estima que el agua que utilizamos a nivel global para producir alimentos que luego se pierden o desperdician equivale a la recarga anual del acuífero guaraní. Paradójicamente, esto ocurre en una región donde alrededor de 60 millones de personas sufren de inseguridad alimentaria severa, cerca de 8% de la población.